GS Espanol: El imperialismo moderno
Von webmaster • Nov. 5th, 2024 • Kategorie: InternationalGS Espanol: El imperialismo moderno: Mercado internacional y poder mundial
La sociedad civil globalizada y su cultura bélica antiterrorista
Las razones para la guerra nacen en tiempos de paz –naturalmente–. Y al revés, la paz es lo que resulta de la guerra, y no existe sin la capacidad y disposición para la guerra. Esto ya lo sabían los antiguos romanos; y su principio –Si vis pacem, para bellum: si quieres la paz, prepara la guerra– sigue siendo la directriz de la OTAN del siglo xxi que se compromete, a fin de mantener la paz mundial, a ser capaz y estar dispuesta en cualquier momento a no menos de seis campañas militares al mismo tiempo –dos guerras mayores con 60 000 soldados y hasta cuatro menores con entre 20 000 y 30 000 soldados en armas–.
Claro está que a lo largo del tiempo las dimensiones en las que piensan y actúan los estrategas competentes no son lo único que ha cambiado. El hecho de que las grandes potencias mundiales quieran asumir la responsabilidad de nada menos que la paz mundial, que no dejen desatendido ningún conflicto armado, que puedan intervenir en cualquier sitio y también lo hagan en cuanto les parezca oportuno, todo esto está cuando menos relacionado con que han conseguido establecer un capitalismo verdaderamente mundial y con que dependen en su existencia económica depende del provecho que logren sacar de este mundo abierto al capitalismo. Una dependencia tan existencial comprende para los grandes usufructuarios la necesidad –la cual equivale para sus gobernantes a una obligación– de garantizar que los potentados del mundo reconozcan la participación en el negocio mundial como la base material, el contenido esencial y la directriz obligatoria de su soberanía, y de ocuparse de que nadie haga rancho aparte. Distan mucho los gobernantes de las naciones potentes de fiarse solamente de las coacciones provenientes de las leyes económicas del mercado mundial, que según la interpretación de los teóricos modernos de la globalización han degradado hasta los Estados más potentes a títeres impotentes a merced de las circunstancias económicas imperantes. En su práctica son conscientes de que hasta las más restrictivas leyes económicas y los imperativos de la razón del mercado sólo tienen efecto caso que y mientras un poder estatal soberano dedique su fuerza y obligue a su sociedad a que ganar dinero sea la única manera de sobrevivir. Entonces, obviamente, la coacción es inherente a cualquier elemento del capitalismo, y cada parte del proceso de la reproducción social es una oportunidad de chantaje para el poder privado del dinero y los plenos poderes de sus creadores, los poderes estatales. Pero para poder tratar de esta manera –es decir, según las reglas del chantaje comercial– a sus iguales y al resto del mundo, las potencias capitalistas necesitan de un argumento que convenza a los soberanos, quienes en última instancia sólo entienden su propia lengua, “el idioma de la violencia”, de que no hay alternativa a la opción del sistema mundial capitalista, en que las potencias mundiales tienen la competencia con respecto al orden y la seguridad de los negocios mundiales, y de que es imprescindible “gobernar bien” según el modelo democrático-capitalista. Nadie duda de la necesidad de la violencia para imponerse, porque los políticos responsables siempre conocen a perturbadores contra quienes hace falta defender su pacífico orden comercial. Durante décadas fue el poder soviético con su campo socialista el perturbador que imponía límites al universalismo de la libertad de la propiedad y sus leyes económicas y contra el cual, por consiguiente, se tenían que defender el orden y la paz; ha hecho falta nada menos que una Guerra Fría con una amenaza de la destrucción nuclear, continuamente perfeccionada, y muchas guerras regionales para llegar hasta la mundialización del idilio capitalista que conocemos hoy día. Como es sabido, el sistema de guerra mundial organizado para este fin por la potencia directora del Mundo Libre, con sus preparativos de guerra y su red de alianzas, no ha resultado superfluo, sino que se ha aproximado a su verdadera razón de ser: sin estar paralizado por la “intimidación contraria” y el “empate nuclear”, “Occidente” confronta el mundo con su voluntad y su capacidad de intimidación militar total, procura dar credibilidad a las dos con amenazas y campañas militares “asimétricas” dondequeria contra adversarios reales y posibles; y la distinción tradicional, la clara distinción entre guerra y paz, se hace obsoleta. Es que las apreciadas reglas de la competencia libre en el mercado mundial sólo entran en vigor y en vigor permanecen si se solucionan continuamente pequeñas y grandes cuestiones de seguridad mediante la fuerza. De este modo, a base de consecutivas campañas bélicas, queda garantizada la oportunidad para aprovecharse pacíficamente de estas reglas del comercio entre las naciones. Como es sabido, este aprovechamiento emplea bastante chantaje, genera dependencias interesantes y una llamativa distribución de la riqueza.
Sin embargo, este bonito éxito del imperialismo del Mundo Libre tiene un inconveniente, pues socava la cooperación a la que se veían obligadas las potencias capitalistas en su enfrentamiento con el poderoso enemigo común de Moscú. Ya en tiempos de la Guerra Fría, para la cual EEUU necesitaba y hacía útiles a sus aliados de Europa y otros lugares y durante la cual éstos se aprovechaban de la potencia americana para resguardar sus asuntos nacionales, todos los participantes calculaban continuamente de manera extremamente crítica la relación coste-beneficio de la política de seguridad común: los costes no sólo respecto al dinero para el armamento, sino a la disciplina dentro de la alianza, a la consideración de los intereses de los aliados, al renuncio a iniciativas particulares y a derechos exclusivos (al fin y al cabo, el fin de los imperios coloniales de dos naciones europeas que salieron victoriosas de la Segunda Guerra Mundial también se debió a que ya no servían para el nuevo orden mundial americano); y por el otro lado el beneficio, medido en libertades en la competencia y en el acceso comercial, en la influencia política sobre los aliados, en el peso estratégico en general, etc. Desde la autoliquidación de la potencia soviética, los esfuerzos de revisión por parte de los aliados recelosos, procurando mejorar su estatus, han dejado de estar decididos de antemano por la opción común a la guerra mundial: todos los participantes empiezan a calcular en las nuevas condiciones. Ninguno de ellos quiere prescindir del beneficio colateral que la alianza bélica les ha proporcionado: el poder de control común, el reconocimiento de su tutela sobre otros soberanos, la obligación de los aliados al compromiso, la libertad de aprovecharse del mundo entero para el provecho comercial; ningún imperialista moderno quiere volver a los tiempos de la división del globo en sectores de influencia exclusiva. Por otra parte, nadie está contento, ni la nación dirigente ni sus aliados, ni con el nivel alcanzado en cuanto a su poder nacional de control, ni con las perspectivas de éxito de su economía nacional, ni con los frutos políticos y económicos de la paz mundial, ni con los gastos políticos y económicos del régimen de la intimidación universal necesario para mantenerla. Los servicios estratégicos y militares que requiere EEUU de las demás potencias no se corresponden ni con los intereses económicos ni con las ambiciones de poder de éstas, ni tampoco con su voluntad de ser respetadas como socios iguales por parte de la potencia mundial estadounidense; ambos lados luchan por corregir la definición de su alianza; esto destruye la voluntad de acuerdo político que constituye la base de la consuetudinaria competencia pacífica, y que ninguno de los poderes competentes quiere romper.
Así funciona el imperialismo hoy.
I. La competencia de las naciones por la riqueza mundial
1. La sede nacional de capital y sus medios de éxito
2. La moneda y su valor
II. La competencia de las naciones por la superioridad en fuerza
1. Guerra y paz
2. La paz mundial después de la guerra mundial: una “Guerra Fría”
3. El ‘Nuevo Orden Mundial’ estadounidense: Una guerra permanente ‘contra el terrorismo’
https://es.gegenstandpunkt.com/imperialismo.html
https://es.gegenstandpunkt.com/PDF/Mercado-internacional-y-poder-mundial–GegenStandpunkt.pdf
Weltmarkt und Weltmacht: Von der globalisierten Zivilgesellschaft und ihrer antiterroristischen Kriegskultur (GS 3-06)
Kriegsgründe entstehen im Frieden; wann sonst. Umgekehrt ist Frieden der „Zustand“, den Kriege herstellen und der ohne Kriegsfähigkeit und -bereitschaft gar nicht zu haben ist. Das wussten schon die alten Römer; und nach deren Grundsatz – „Si vis pacem, para bellum!“ – handelt noch im 21. Jahrhundert die Nato, wenn sie sich dazu verpflichtet, zwecks Sicherung des Weltfriedens jederzeit zu nicht weniger als sechs Militäreinsätzen gleichzeitig – zwei größeren Kriegen à 60.000 Mann und bis zu vier kleineren mit 20-30.000 Mann Kampftruppen – fähig und bereit zu sein.
https://de.gegenstandpunkt.com/artikel/weltmarkt-weltmacht